Recuerdos de un circo.

Recuerdos de un circo.

Por aquella época, que es de lo que voy a contar, no había televisión ni muchos medios para distraerse o divertirse. Los bailes era un buen motivo para salir, distraerse y alternar con otras personas que no fueran del mismo pueblo. Había una sala de cine y función solo los sábados y domingos, por lo tanto todo el pueblo y sus alrededores concurría a ver esas películas que hacían soñar con otra vida que nos parecía imposible de alcanzar.
Pero también estaban los circos. Esos circos chicos pero todo corazón. Esos circos en que la trapecista era también la que vendía las entradas. El dueño, que era domador de unos tigres más buenos que el pan, muchas veces hacía de payaso, era trapecista y gimnasta. Todos hacían de todo porque no eran muchos los integrantes y se debían desdoblar para que el espectáculo no decayera.
En la última parte y cerrando la actuación siempre daban una obra de teatro que podía ser »Salvattore Giuliano´´, »Juan Moreira´´,»Santos Vega´´u »Hormiga negra´´, entre otros títulos conocidos. Los chicos, hijos de los circenses, desde muy chiquitos eran entrenados para que lograran la plasticidad necesaria. Hacían malabares, rolo-rolo, contorciones, cama elástica y así se formaban con mucha diciplina y voluntad, casi desde el mismo momento que aprendían a caminar.
Una de esas compañias que llegó al pueblo fue la del circo »Romerito´´, nombre del payaso que a su vez era el dueño del mismo, cuyo apellido (por supuesto) era Romero.
Bajo la carpa de ese circo se tejían historias que de alguna manera llegaban hasta los habitantes del lugar que se sentían un poco protagonistas, tal vez como dije, por ser una novedad que llegaba a ese lugar donde pasaban pocas cosas interesantes.
El primer conflicto que trascendió ocurrió entre el grupo de enanos que eran los payasos encargados de entretener entre cada número, mientras se subían los trapecios y colocaban las redes. Uno de ellos, la enana Pepita era la pareja de Tronquito desde hacía cuatro años, cuando se casaron, pero de buenas a primera lo dejó por Piolín que hacía rato la cortejaba. Fue un gran escándalo y en una representación cuando Tronquito debía darle unas cachetadas, de esas que hacen ruido pero que no duelen porque lo hacen con la mano abierta, lo hizo con toda la furia, enceguecido por su traición; descargó toda la rabia contenida y Piolín quedó tendido en medio de la pista. El público aplaudía entusiasmado pensando en lo bien que actuaban; recién cuando entraron dos tramoyistas y se lo llevaron tomándolo uno de los brazos y el otro por las piernas, recién se dieron cuenta que estaba desmayado. Al otro día la noticia corrió como un reguero y Piolín , con la nariz rota, quedó desvinculado de la compañia y Pepita avisada que en otro escándalo que provocara también quedaría sin trabajo, aunque Tronquito no la perdono y ya no quiso saber más nada con ella, a pesar de sus lágrimas y pedido de perdón.
El circo había estado casi dos meses en otro pueblo cerda de San Pedro. Allí parece que concurría a todas las funciones el hijo de un estanciero muy conocido en la zona. Gente de un alto nivel social y económico. Pero este joven de nombre Gerardo se había enamorado perdidamente de Rosarito, la hija de Romero y de Blanca, su esposa y la trapecista más experimentada . Rosarito comenzó a trabajar en la pista a los diez años y ahora con dieciocho hacía todo tipo de contorciones y trabajaba en el trapecio junto a sus padres y era la que hacía el cruce de la muerte en lo más alto de la carpa. Como ella también simpatizó desde el primer momento en que Gerardo se le acercó y sin saber de su posición , comenzaron a encontrarse por las tardes para dar una vuelta o tomar un helado. Ya todos se pueden imaginar cómo es un pueblo, donde las noticias vuelan y esa llegó más que pronto hasta la familia de Gerardo como un huracán. Pusieron el grito en el cielo y exigieron que dejara de verla.
__Con tantas chicas lindas y de nuestro círculo y te vas a enredar con cualquiera … y sobre todo de un circo ?—dijo su padre echando fuego por los ojos.
__Que vergüenza que estamos pasando ! –dijo su madre secándose las lágrimas.
Romero y su mujer se sintieron ofendidos por tanto desprecio y en pocos días levantaron todo y se fueron sin decir a nadie donde irían (así fue cuando llegaron al pueblo).
Pero parece que el joven estaba realmente enamorado porque a la semana de estar el circo instalado y trabajando, apareció en su lujoso auto por el pueblo y todos se preguntaban quién era y que habría venido hacer, alojándose en el único hotel que había. Rápidamente se supo la historia cuando los padres de Rosarito fueron los que se opusieron a esa relación, ofendidos al enterarse lo que le habían hecho a su hija por pertenecer a un circo y ellos no iban a permitir de ninguna manera que la avergonzaran a su hija de ese modo. Comenzaron los reproches y el tire y afloje. Las lágrimas de Rosarito y las súplicas de Gerardo. Por varias noches Rosarito no pudo actuar porque su estado nervioso no se lo permitía. Temblaba como una hoja y de ese modo no podían arriesgarse a que subiera al trapecio y menos a tanta altura. Dejó de comer y una gran angustia la envolvió y cayó en una depresión muy grande. La desesperación de sus padres no tenía límites. Una noche mientras estaban en plena función Rosarito y Gerardo decidieron fugarse. Cuando sus padres terminaron de actuar y ya el circo iba apagando sus luces, ambos se dirigieron a su casa rodante y encontraron que Rosarito no estaba ni tampoco su ropa. No tuvieron que pensar mucho para darse cuenta lo que había pasado.
Otra vez y en poco tiempo decidieron levantar todo y trasladarse a otra ciudad.
__Parece que de un tiempo a esta parte todo es disgusto y problemas bajo la carpa de mi circo –dijo Romero al despedirse de Antonio, el dueño de la estación de servicio que era con quien hablaba más seguido por buscar el combustible —Lo único que nos faltaba era esto que pasó con mi hija. Espero que algún día se dé cuenta de su error y vuelva a nosotros.
Así se fueron y nunca más volvió ese circo al pueblo. Con el tiempo alguien comentó que los encontró a Rosarito y Gerardo. Se habían casado y se los veía muy felices. La familia de él debió aceptarla porque si no él les juró que se iba para siempre. Así Rosarito pasó con el tiempo a ser la señora de la casa … la señora de Martínez Aguirre. Pero nunca olvidó que nació y fue muy feliz con sus padres y en el circo. Ella los visitaba siempre que podía y ellos también iban a visitar a su hija y yerno. Seguramente ésta es solo una de las tantas historias que se vivirán bajo la carpa de los circos !.
OLGA

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